El proceso electoral es monótono y aburrido.
Debe ser que es tan recurrente la cantidad de idioteces que se dicen, o de lo comico y caricaturesco de los candidatos para que cosas tan surrealistas ya no llame la atención.
Quién no se ha reído con la imagen de Alvarito diciendo con que «Correa va bajando en las encuestas» -mientras grafica con la mano una línea ascendente sobre un plano cartesiano- y que «él va subiendo en las encuestas» -mientras con la mano hace el gesto de descenso-.
Hay cierto hastío en la población que recibe una marea tsunamiesca de información del gobierno y ahora la palizada trae de todo: 6, 7, madera de guerrero, dalo por hecho, lucho por el guayas, que llueva que llueva, el alcade está en la cueva… Lo único que me falta es oir el viejo y pegajoso jingle de la igualmente vieja y gelatinosa izquierda democrática (paparara ra rá).
En fin, los resultados de las elecciones son evidentes: Correa va a ganar la presidencia y Nebot se mantendrá cuatro años más en la alcaldía. Creo que la diferencia es que la ventaja que sacará Nebot respecto de sus contendientes va a ser amplia, pero no tan amplia como la que estimo sacará Rafita.
En el gobierno de Rafa yo he encontrado aciertos y desaciertos. Todavía estoy en la disyuntiva de si la elección que se viene tiene que ver con validar sus dos años de gobierno (como él mismo lo propone en una cuña televisiva) o escoger de entre los candidatos a presidente, al mejor de ellos.
Buena primera pregunta, ¿de qué se trata la elección?
La misma pregunta me hago respecto del Jimmy Jimmy. En su administración (4 veces más larga que la de Rafael Correa) he encontrado, igualito que con la del presi, aciertos y errores. La diferencia que veo es el tiempo de servicio.
En ese aspecto hay dos cosas que me preocupan, en lo personal: el estado de la obra pública básica y el excesivo tiempo de servicio, pues creo que la alternabilidad es una de las cosas más saludables que tiene la democracia participativa.
¿A qué me refiero con la «obra pública básica»?
Hace casi un año, más o menos por abril de 2008, manejaba (iba a poner circulaba pero creo que esa palabra es de uso potestativo de los señores vigilantes de nuestra seguridad) por la polémica Benjamín Rosales, a la altura del distribuidor de tráfico de Guayas y Quil cuando no sé por qué maligno designio caí en un gigantesco hueco -debe haber tenido unos 60 centímetros de profundidad- mientras giraba para enrrumbarme al también polémico de la Unidad Nacional.
¿Resultado?
Tren delantero de mi carro destrozado, llanta derecha dañada y aro deformado por el golpe. Realmente fue casi un milagro que la llanta no se reventara (comercial gratuito para bridgestone, las que recomienda Felipinho Massa) y el carro, que giraba, no hubiera terminado contra uno de los pictóricos jardines que adornan el paso a desnivel o contra uno de sus agraciados pilares.
Debo decir, en defensa de mi carro, que con él he recorrido buena parte del Ecuador y he caído en mil huecos, transitado por las peores vías del país (incluida la mortífera vía Molleturo – Cuenca), estuve una vez a punto de atropellar a una indígena imprudente en las carreteras de Tungurahua, y en ninguna de ellas había maniobrao de tal manera o caído en un hueco que literalmente destrozara el tren delantero de mi carro.
Me imagino que debo agradecerle a mister Henry Ford por haber creado una tradición de carros tan buenos, porque mi buen carro nos salvo la vida y cayó con la mayor dignidad en el hueco y, de paso, salió de él como salen los grandes, cojeando pero caminando. Una digna historia para ser contada en un comercial de Johnnie Walker (hoy tengo un no-sé-qué mercantilista).
El accidente me costó una considerable suma de dinero.
Desde aquél entonces, visiblemente afectado por la obra del alcalde Nebot, me fijo regularmente en el estado de las calles. Y es deplorable. El paso a desnivel que está frente al Policentro y San Marino tiene un cráter propio de un bombardeo. Pero, si mi memoria no me traiciona, tiene pocos meses de haber sido reparado.
El camino (no pongo calle o vía porque es un pobre y triste camino) que lleva a Los Ceibos está en condiciones lamentables y hasta peligrosas. No recuerdo qué tiempo tiene esta obra sin concluir, pero a la altura de lo que era el supermil (hoy hay una farmacia) el camino se parece a una vía vecinal del Chimborazo.
La ciudad, y esto es una realidad, se inunda cada vez que caen más de quince minutos de lluvia sostenida. No tiene que ser una tormenta tropical, basta que llueva regularmente por veinte minutos para que la ciudad sea una triste Venecia sin gondoleros.
En cierta medida, sí, la obra municipal tiene mucho de guaragua pero falla en cosas que vuelven la vida vida.
También le reclamo al alcalde no haber tomado las competencias más difíciles. Era sencillo y por supuesto lucrativo pedir la concesión del aeropuerto (debo decir era lógico y consecuente hacerlo) pero no me parecía racional no pedir la difícil competencia de la Penitenciaría del Litoral y el retardo en asumir una competencia que le era natural (el agua potable y el alcantarillado).
Por el lado de PAIS está la arquitecta Duarte, sin duda popular por el programa de viviendas del gobierno (uno de los aciertos del régimen). Y declaro en honor a la verdad que es todo lo que conozco de ella.
¿Qué hacer, entonces? Validar la obra municipal (o no) o escoger al mejor candidato de entre estos dos.
Hasta hace pocos meses el impedimento para votar por el alcalde Nebot era la promesa juvenil y hasta ahora mantenida de jamás votar por un socialcristiano. Entiendo que se desafilió de ese partido y creo un nuevo movimiento, lo cual viabiliza el voto en términos meramente formales porque Madera de Guerrero no es sino una continuación de la lista 6.
Adelanto que este será uno de los pocos posts políticos que escribiré porque, como lo dije, el proceso electoral no es un desafío para el análisis crítico. En ese respecto no tiene punto de comparación con el referendo aprobatorio de la Constitución, que enfrentó inclusive a Dios y el Diablo.